martes, 2 de junio de 2009

Los formidables motivos que nos hacen pedazos

Empezemos esto desde punto extraño, pero cotidiano a la vez. LLegué a casa y mi madre había cocinado cazuela, esperé un rato en el computador, mientras hacía además sopaipillas, como todo día lluvioso lo merece.



Nos llamó a todos, a mi papá, a mis hermanos de primera camada y a los de segunda camada, acudimos al llamado, excepto la primera de la segunda camada. Ella se quedó viendo alguna película, de esas que tanto le gustan.



La cazuela con sopaipilla estuvo deliciosa, nada mejor que untar esa fritura redonda en una sopa caliente y sabrosa, en cuestión de minutos llegué a los solidos, un pedazo de carne, algo de zapallo y una papa.L os trocé en pedazos más pequeños para facilitar el clavado del tenedor, metermelos a la boca y el masticar. La papa se contenía en si misma, la mezclé con el zapallo, además el pedazo de carne contenía su hueso correspondiente. Carne de vacuno por su color y sabor. En general, en este tipo de comida, es fácil de distinguir el tipo de carne que lleva por la textura de su caldo, la cazuela de pollo es suave, la de vacuno es regular y la de cordero más espesa.



Este trozo de carne, en cualquier momento habría pasado desapercibido entre mis dientes, si no fuera por ser hoy (25 de mayo), pasando por los eventos que comenzaré a relatarles. Y un hueso característico que sirvió de nexo, que exploto las ideas, pensamientos y memorias para llevarme por este cauce vertiginoso en que estamos.


De todos nuestros huesos, tal vez la estructura más importante sea la columna, la base de la evolución además, que nos ha permitido organizar todo nuestro organizmo para sobrevivir en distintos medios, llegar a desplazarnos, a ser flexibles, etcetera. Por ella pasan millones, pero millones de moléculas con las órdenes al resto del cuerpo para llevar a cabo todas las acciones posibles, para que lo que podamos idear se pueda llevar a cabo, a tener una representación concreta y desarrollar acciones voluntarias e involuntarias.



Atlas, Axis, Sacro, Coccix o alguna otra de las 29 fue la que me encontré en mi plato para hacerme llegar a la idea del sacrificio.Pues claro, para llegar a ser la carne dentro de una cazuela ese pedazo tuvo que ser animal y antes pasto, y ese pasto fue arrancado de la tierra y ese animal fue sacrificado para que unos cuantos bípedos humanos se la comieran de a poco.


Pero, hay otros casos de sacrificios tal vez más relevantes o clarificadores de lo que ha llegado a significar el desarrollo de una columna. Usualmente, para transportar cosas de tamaño regular, se utiliza lo que se llama mochila y esta va enlazada entre los brazos, pasando por la espalda. En cualquier caso de transportart al elemento, es verdaderamente útil.


¿Qué puede haber en una mochila? Cuadernos, lápices, libros, artefactos electrónicos, artefactos explosivos, bombas... si, pequeñas bombas que contengan en su violencia la rabia del que la lleva.


Resulta que hubo un hombre tan rabioso, pero tan angustiadamente rabioso, que no soportaba las injusticias, la opresión del sistema en que vivía, que decidiótomar su bicicleta (por algún motivo no fue en micro), tomar su mochila, tomar la bomba casera que había fabricado, meterla en la mochila y subirse a su bicicleta con ella en la espalda, con la bomba dentro de la mochila hacia algún lugar que tal vez pocos sepan, bomba de tal modo rabiosa que explotó dentro de la mochila sobre la espalda de Mauricio Morales, sobre la bicicleta andando, que lo destrozó, haciendo saltar sus vértebras, sus partes cárnicas y huesas del cuerpo, hiriendo con su propia rabia la humanidad suya y de su pueblo por el que luchaba, exparciéndola por las calles.




A la vez, mejor dicho, un par de días antes, en uno de mis preambulos (viajes giratorios por el espacio) literarios recibí de la editorial Pehúen un libro precioso, de Alfonso Alcalde, en esta edición llamado León, cuyo título original es El peregrino del Golfo. De partida, esta edición está lleva de sorprendentes ilustraciones integradas al relato, llenas de colores y expresivas, además de eso vale la pena obtenerlo ya que rescata un viejo relato de un autor chileno (como verán en los links de arriba). La historia trata de un viejo león de un viejo circo, de un circo paupérrimo, con payasos y malabaristas decadentes que llegan a un decadente pueblo de pescadores. El bueno del León, ve que se necesita su propio sacrificio en pos del bienestar de todos, como carnada de pesca deben ejercer cada uno de los pedazos en que es cortado, el resto de la historia en el libr (o en memoria chilena).



(http://www.flickr.com/photos/galeriapehuen/page2/)


Pero la gran cuestión es, por la que pasó mi mente en unos instantes pero mi escritura en un par de horas, ¿por qué este afán de hacernos pedazos? Parece una pandemia cultural esto de sacrificarnos por una causa que olvidará pronto nuestra indivualidad y nuestros motivos colectivos para construir en torno al personaje un símbolo que aglutine las ideas fuerza de este último.


La ira y la mansedumbre son quizás los polos opuestos del mismo acto, ambas superan con este, la insustancialidad de la vida común y corriente, la sobrepasan. Lo que me lleva recordar al soberano de las patrañas, don Federico Nietzsche, vaya que encantador cuando nos habla de las transformaciones del espíritu.



El Camello


¿Será nuestro camello Mauricio? ¿El que lleva las cosas pesadas?


El León


¿Será nuestro León? ¿El que tiene la libertad de renunciar también?


El Niño


Tal vez seamos nosotros, inocencia y olvido, para que la rueda siga girando.


Algunos mártires son necesarios para recordar las causas, las necesidades que ya no son, pero no debemos plagarnos de ellos, ni de aceptar falsos mártires, juguemos con sus figuras, olvidémoslas también, que nosotros también giramos y nos convertimos a veces en camellos, leones o niños, si nos quedamos con uno de esos, nos podrimos, nos hacemos pedazos.



Sigue la Bala...